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De gazapos, erratas y otras perlas lingüísticas

(Texto tomado del prólogo del libro De gazapos, erratas y otras perlas lingüísticas, compilación de Gramátikus y editado por Julio César Cardoza Aquino).

Comencemos explicando qué son los gazapos, las erratas y las perlas lingüísticas. El Diccionario de la lengua española nos explica que un gazapo (en su segunda acepción) es el yerro que por inadvertencia deja escapar quien escribe o habla. También nos dice que la errata es la equivocación material cometida en lo impreso o manuscrito. Y la perla (en su séptima acepción) se usa irónicamente para designar a la frase llamativa por desafortunada.

Desde que el ser humano comenzó a usar el lenguaje también empezó a equivocarse. El uso y la costumbre impondrían la norma y lo diferente de ella sería considerado como errado. Pero así como evolucionó la lengua, también evolucionó el error. Lo que antes era correcto, quizá ahora ya no lo es y viceversa. La lengua siempre estará en medio de esa eterna disputa entre los que se apegan a la norma y los que difieren de ella.

Sin embargo, no hay que flagelarse por el error. Todos somos susceptibles de cometerlo y no queda más que apechugar cuando nos pilla desprevenidos. Lo importante es aprender de las equivocaciones y evitar cometerlas nue­vamente. En mis andares como corrector de textos, adopté la frase errando corrigitur error, que en latín significa “equivocándose se corrige el error”, porque he aprendido más de mis yerros que de mis aciertos.

La mayor parte de los errores tienen su origen en la ignorancia o en la negligencia. En algunas ocasiones, el redactor de un texto considera que lo que ha escrito es totalmente co­rrecto quizá porque así lo aprendió o tal vez porque no ha estado al tanto de las actualizaciones o modificaciones que sufren las normas académicas de escritura.

En otras ocasiones, el error se debe al descuido del redactor. Todo aquel que escribe debería formarse el hábito de leer y releer sus textos antes de hacerlos públicos. Aunque esto no es garantía de que los textos queden impolutos, por lo menos evitará evidenciarse con los clásicos errores de dedo que tanto abochornan al autor y divierten sobremanera al lector.

Antaño poca gente escribía y los pocos que lo ha­cían generalmente se esmeraban en cuidar sus textos. Ho­gaño, muchísima gente ha comenzado a escribir gracias a las nuevas tecnologías. Aunque sus textos no sean de corte literario o académico, se escriben para que alguien más los lea, lo cual es, finalmente, la intención del acto comunicativo. Sin embargo, en aras de la rapidez de los tiempos modernos, aunada al desconocimiento de los intríngulis de la lingüística, se producen textos descuidados.

Estos incipientes (e insipientes) redactores inventan nue­vas palabras, acortan otras y cometen errores a diestra y siniestra. Para los que piensan que la lengua es de quien la usa, todo esto no tendría por qué ser malsano puesto que se logra el fin comunicativo. El pro­blema surge cuando este descuido al escribir pasa a ámbitos formales. Hoy día es frecuente ver cómo muchas personas con estudios universitarios escriben sus textos académicos tal como lo hacen en las redes sociales.

Pero no todo está perdido. Lo primero es tener conciencia del error; después, saber por qué se considera como tal, y, finalmente, evitarlo en el futuro. Este libro intenta ser parte de la solución, pero con una dosis saludable de buen humor, puesto que la enseñanza tediosa ha demostrado ser ineficaz.

Esta colección de gazapos, erratas y perlas lingüísticas incluye una muestra de un popu­lar juego en línea de preguntas y respuestas, las cuales son formuladas por los mismos jugadores, pero como no pasan por un filtro corrector se producen errores harto diverti­dos. También comparto los que he ido encontrando en publicaciones periodísticas, páginas gubernamentales y anuncios co­merciales. Se omitieron los nombres de los responsables de las incorrecciones para no herir susceptibilidades. Tampoco es mi intención andar evidenciando gente.

Y no solo se bromeará con la falla, sino que se aprovechará la coyuntura para explicar cuál debió haber sido la redacción correcta y se aportará información que aclare la confusión. De esta manera podemos aprender mientras nos divertimos.

Finalmente quiero agradecer a las personas que han colaborado aportando algunos textos a mi colección y a las que han seguido mis publicaciones en redes sociales. Espero que disfruten leyendo este libro tanto como yo he disfrutado compilándolo.

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