¿Por qué mucha gente se resiste a aceptar las actualizaciones de las normas ortográficas?

Básicamente son tres las razones: desconocimiento, negligencia y resistencia. Por una parte, muchas personas desconocen las reglas y no alcanzan a comprender por qué se actualizan las normas. Por otro lado, hay personas que están al tanto de las actualizaciones, pero por pereza prefieren seguir aplicando las que ya conocen. Y, finalmente, están los que por un prurito de anticolonialismo se resisten a aceptar lo que dicta una institución como la RAE.

Aquí cabe acotar que las últimas reformas ortográficas (las de 1999 y 2010) no fueron dictadas unilateralmente por la Real Academia Española, sino que fueron tomadas en consenso de las veintidós Academias que conforman la Asociación de Academias de la Lengua Española (fundada en 1951). Quizá muchos imaginen a un montón de viejitos tomando decisiones arbitrarias con respecto a las palabras de nuestro idioma y se sorprenderían que para poder incluir o excluir un término del diccionario o para modificar una simple regla de ortografía se llevan a cabo infinidad de ponencias, debates y congresos en donde hay verdaderas batallas campales para defender o atacar alguna propuesta. Si alguno de los que rechazan las más recientes normas ortográficas (2010) se tomara la molestia de leer las más de 700 páginas que conforman la “Ortografía de la lengua española” descubrirían que no es mera imposición arbitraria, sino que hay una argumentación lógica y sólida para determinar las modificaciones que tanto escozor causan en algunos hablantes.

Antes de rechazar las actualizaciones sin ton ni son, hay que informarse ampliamente sobre el tema. Si aún persistiese la resistencia, por lo menos se podrá argumentar inteligentemente y, ¿por qué no?, sugerir a los académicos de su respectivo país los cambios que consideren pertinentes. Recuerden que la lengua la hacen los hablantes y los académicos solamente vigilan que no se desboque.